enero 22, 2019
Quizás en alguna ocasión ha escuchado
a alguien decirle a otro, o posiblemente tú lo has dicho, “no teorices”. Esto
puede ser irritante para alguien que intenta compartir alguna idea, pero aún
más para un niño que está tratando de organizar sus ideas en un intento de
estructurar las informaciones que circulan en su pequeño cerebro. La interrogante
que nos sugiere tal acción es ¿de dónde nace la idea de bloquear a los demás de
esta forma? Posiblemente no sabremos su génesis, pero si sabemos que los que la
usan no tienen idea de lo que es “teorizar” realmente.
En estos párrafos no nos centraremos
en explicar en profundidad que es “teorizar”, no vaya a ser que alguien redunde
diciéndo, “no me teorices”. Lo que trataremos es de ver como en la niñez la
acción de teorizar, si así se puede llamar, demuestra ser una capacidad
humana para entender y comunicarnos con el mundo que nos rodea y como
algunos de los más grandes pensadores de la historia han sabido aprovechar la
voz de los infantes para plantear sus teorías sobre el conocimiento y aumentar
su creatividad. Por último, concluiremos reflexionando algunas de las razones
por la que actualmente se les cohíbe a los niños de tan bella virtud.
Siendo profesor de un colegio en el
que les impartía clases a niños de diferentes edades, recuerdo que varios niños
iban al salón de profesores a buscarme para hacerme preguntas o contarme
inquietudes que me dejaban pensativo todo el día. Pero también recuerdo
claramente como varios profesores les impedían acercarse a la puerta del salón
y les echaban profiriéndoles expresiones humillantes, alegando que estaban en
su hora libre y no iban a escuchar tonterías de niños. De estas experiencias
hacen ya trece años y cada vez me convenzo de que debemos sacar tiempo para escuchar
a los niños. Puedo decir que no he estado solo en esta tarea, hace mucho tiempo
grandes pensadores de diferentes áreas del conocimiento ya lo hicieron.
La ingenuidad y la criticidad que
coexisten en el cerebro de los niños es sorprendente. Es una batalla que, a
veces, los adultos ignoramos y somos atrapados infragantis cuando el
nivel crítico del niño trasciende su ingenuidad en la observación de hechos y
realidades incoherentes que reflejan algunos relatos que les intentamos
infundir. Entre estas observaciones podemos citar las historias sin sentidos de
los cuentos infantiles, las incoherencias religiosas, las mentiras mal fundadas
que los padres les tratan de inculcar, etc. El silencio del niño, por respecto
al adulto, no explica que su cerebro este en un estado pasivo, sus reflexiones
en algún momento les harán estallar, ya sea a través de acciones concretas que
desmientan lo que les contamos o por la forma como este interprete la realidad
y construya su personalidad en sumisión o rebeldía.
Jean Piajet, Simung Freud, Jean J.
Rosseau, John Holt, entre otros, desarrollaron sus más grandes aporte a la
psicología y pedagogía desde la observación de los niños. Picasso se atrevió a
decir que, “Me tomó cuatro años pintar como Rafael, pero me llevó toda una vida
aprender a dibujar como un niño”. El minimalista cerebro de los niños, libre de
la contaminación de información producto de los años que tenemos los adultos,
los convierte en un terreno fértil para la creatividad y el desarrollo
constante de novedades, algo que los adultos obviamos enredados en nuestros
afanes.
El ejercicio de escuchar a los niños
puede ser terapéutico para los adultos. Los profesores nunca serán maestros si
no se sientan a escuchar las historias y cuentos que los niños recrean en el balbuceo
que emana de su inocente pensamiento. En la investigación pedagógica y
psicológica es considerado fundamental escuchar a los niños, sin embargo, en el
diario vivir cuando ésta se hace sabiamente puede ayudarnos a identificar
elementos que los adultos desconocemos y que pueden ser nos útil para entender
mejor nuestro mundo, la interacción con ellos y la mejora de nuestra calidad de
vida.
Cabe aclarar, que el silenciar a los
niños es una de las manifestaciones de las sociedades patriarcales, en donde
las mujeres y los niños son inferiores a los hombres. Esta actitud se sigue
reflejando en algunas sociedades actuales. Silenciar la voz de los niños, como es en el
caso extremo de esas sociedades, es una violación a uno de los derechos
fundamentales de la niñez. Este es un tema que amerita mayor profundización,
pero hay ciertas obviedades que suelen pasarse por alto en sociedades que profesan
estar articuladas como “estados libres”.
Manuel Madé
Humanista, filósofo de la tecnología, la ciencia y el arte. Con insteres en los temas de actualidad que promueven el desarrollo humano, sostenible y creativo.
Cuando uno empieza a escuchar sus comentarios y las preguntas de las niñas y los niños, inmediatamente surge la otra pregunta de los niñ@s Y por qué, y para qué?. Interesante artículo Manuel Made. un abrazo.
ResponderEliminarGracias Ana María por tus comentario. Así es, los niños no tienen limites para hacer preguntas, nosotros los adultos estamos más atados a las fronteras del cuestionamiento que nos han impuesto la sociedad.
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